Pueblo de Bergantín, fusil y espuelas.
Nueve de la mañana saliendo desde Barcelona rumbo al pueblo
de Bergantín, a un encuentro amistoso de softbol, mi misión era hacer de barra
y apoyar desde las gradas a la novena que representa a la empresa donde
trabajo.
Aparte de la sopa las bebidas refrescantes que nos
aguardaban cortesía de nuestros anfitriones,
mi intensión principal era conocer esa tierra legendaria perteneciente a
la cordillera del turimiquire del oriente del país, lugar glorioso de los años
60, 70 y mediados de los 80 donde lleno de clamor revolucionario, del
romanticismo de los jóvenes de aquellas épocas que soñaban con cambiar el mundo
y en eso se les fue la vida a muchos que bañaron con su sangre tanto cerro
arriba y cerro abajo, allí quedaron siendo jóvenes para siempre, para la
eternidad.
Mucha agua, muchas quebradas y riachuelos en el camino, en
la ruta el pueblo de Curataquiche, luego Querecual, pueblos que tanto he leído
en libros y relatos de viejos, tierras que vieron pasar a Piar, Bermúdez,
Mariño, la brisa aun los lleva en su vuelo a los que nunca “bajaron”.
Entre batazo y batazo, desde las gradas miraba las montañas
el cielo azul, imaginando como fue sus vidas, que hacían, como serían sus
conversaciones, sus noches largas estrelladas montando guardia esperando algún
ataque de las fuerzas antiguerrilleras del gobierno de entonces, un café
caliente en la mañana, sudor, sangre, lagrima, emoción palpitar del corazón la
adrenalina a millón, café es lo que sobra en Bergantín.
Escucho una algarabía a mis espaldas el muchacho que está a
mi lado me dice que es una gallera, mi curiosidad y morbo pudo más, nunca había
entrado en una, me acerco y me detienen, había que pagar entradas dos tarifas
una de pies y otra sentado alrededor del ruedo, no entro mi misión era apoyar
el equipo, pero la intriga pudo más, noto que desde afuera al recinto como
especie de galpón lo separa de la calle una media pared y desde allí miro hacia
adentro, dos viejos a mi lado y un muchacho como de 17 años serian mis
explicadores, no se lograba ver los contendientes, solo la espalda y las caras
del públicos apostador, no logre ver la pelea pero si muchos rostros.
Entre aleteo y espueleo
una algarabía unos gritaban otros sufrían, no sé si llamarlo emoción por
aquello de que las emociones la confundimos positivamente con algo bueno, los
gallos peleaban pero entre los hombre se retaban, algo así como que se maten
los gallos para yo no matarte a ti, caras largas de preocupación, otras más
sonrientes, manos arribas, otras hacia a la cabeza, otras hacia la barbilla en
posición de meditación, otros apuntándose con el dedo en tono amenazador con la
faja de billetes, nunca una cara de
dolor, el apostador quisiera ser el gallo pero no calzan sus espuelas, al instante un silencio y yo dibujaba en la
mente será pinto, o cubano las únicas razas que me sé, el viejo con su sombrero
y ojos tristones, decía - Se hecho uno y lo debe estar picoteando en la cabeza porque
no se escucha nada, o debe estar “jullio”, De repente el celaje en el viento de
un ala y los gritos a reventar, el muchacho exclama – Va haber un muerto, yo
decía porque el dueño no lo saca y salva su gallo? El viejo me dijo - gallero
serio no levanta gallo, y yo viendo los ojos, las frentes, las expresiones de
los presentes, los animales cual luchadores dando la vida, el gallo en la
naturaleza pelea por instinto por territorio, si se ve perdiendo se huye, en
esta faena no hay opción el ring es redondo y son siglos de alteración genética
para que esta ave pelee por el único motivo de imponerse y de hacer drenar las
bajas pasiones del ser humano, esta práctica llego a estas tierras por los
españoles, en España están prohibidas.
La ultima algarabía, unos callan otros exclaman, veo entrar
un señor, es el réferi dice el viejo, se arrodilla no vemos nada, - lo mato! dice
el muchacho, el réferi hace una señal, el techo se va caer, gano el cenizo se
logra escuchar, el juez agarra el gallo muerto y se lo entrega al dueño este lo
tira a una jaula, un ojo afuera, desde el cuello hasta el pico era sangre.
Pregunto dónde está el rio, me señalan calle abajo cerca de
donde estábamos, le dicen la planchada, hermoso sitio, un paso de carros y un puente
peatonal, lastima no traje “chor”, me siento a la raíz de un árbol de mata
palo, pienso en los combatientes guerrilleros, también en los gallos, unos
peleaban por convicción, el gallo peleaba por instinto, el guerrillero sabía
que iba morir, el gallo quería vivir, ¿la pelea de gallos es un entretenimiento?
El propio gallero sabe que no lo es, no es la apuesta es el ganar, es el ego.
¿Por qué esas montañas? ¿Por qué no caracas? Porque la lucha
armada en el oriente y no tanto en el centro del país?, por oriente comenzó la
independencia de Venezuela, esto lo sabía los altos mandos del frente Antonio
José de Sucre, brazo armado de los partidos de izquierda de entonces. A pocos
kilómetros la faja petrolífera de Orinoco, en las entrañas del estado Anzoátegui
e allí la respuesta.
Los combatientes en su lucha, el gallo en su pelea, mala
comparación todo en mi mente, por aquellos que bajaron, por aquellos que se
derramaron, por los que nunca bajaron y por los que quisiéramos haber subido,
el animal es entrenado por el hombre para no huir nunca, ¿qué tan entrenado
estamos? No es el monte, no es la
montaña, no es la gallera, es el hombre es la mujer, los ambientes cambian la
lucha es la misma, vivir y ayudar a vivir, fui al pueblo en busca de anécdotas
viejas, me conseguí con rostros excitados bajo la pasión de una lucha pendeja
sin cuartel.
Noveno inning termino el juego gano mi equipo, y el gallo
muerto en su jaula no se rindió jamás, no lo vi luchar, tampoco morir pero si escuche su aletear que
hizo delirar multitudes, ¿cuál es tu ring? ¿Eres gallo o apostador?.
Humberto Duarte.
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